Rosácea y cambios de temperatura: cuidados clave
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La rosácea es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel que afecta aproximadamente al 10 % de la población. Afecta principalmente a la frente, mejillas, nariz y mentón, y se presenta en forma de brotes, alternándose periodos de exacerbación con periodos de remisión. Es una de las enfermedades dermatológicas que más afecta a la calidad de vida. El rubor permanente y la presencia de las lesiones inflamatorias afectan a la percepción del paciente y reducen su autoestima. Los pacientes pueden sentir vergüenza, ansiedad social y dificultad a la hora de establecer relaciones personales, laborales y sociales.
Síntomas de la rosácea
La principal manifestación en estos pacientes es la aparición de eritema transitorio (denominado flushing) que puede presentarse de manera crónica con duración igual o mayor a tres meses. Puede aparecer de manera espontánea o desencadenarse ante estímulos concretos. También es frecuente la aparición de pápulas, pústulas, telangiectasias, sequedad, tirantez y quemazón.
En casos más severos puede aparecer edema y síntomas oculares. En las etapas más avanzadas es característica la hiperplasia de las glándulas sebáceas provocando protuberancias cutáneas características de la enfermedad, llamadas fimas. Estas fimas se localizan principalmente en la nariz (rinofima), párpados (blefarofima), barbilla (gnatofima) o frente (metofima).
¿Cómo afectan los cambios de temperatura?
El frío induce la vasoconstricción a nivel dérmico, con el fin de mantener la temperatura corporal. Tras una exposición prolongada al frío, el cuerpo responde con una vasodilatación compensatoria a nivel dérmico, con el fin de evitar el daño tisular. Durante este proceso, aumenta la producción de sustancias vasodilatadoras y altera la transmisión nerviosa entre el sistema nervioso simpático y el sistema vascular.
Por otra parte, el frío y la falta de humedad de estas épocas favorecen la disfunción de la barrera cutánea, aumentando la pérdida de agua transepidérmica y aumentando la permeabilidad de la piel. La deshidratación y el aumento de la permeabilidad permite el paso de sustancias potencialmente inflamatorias, que a su vez favorecen la producción de radicales libres de oxígeno y la liberación de sustancias vasoactivas.
En pacientes con rosácea, esta vasodilatación crónica desencadena en el correspondiente daño endotelial, aumenta la aparición de flushing y empeora la sintomatología de la enfermedad.
Cuidados clave
Durante el transcurso de la enfermedad es necesario el tratamiento farmacológico para remitir las exacerbaciones de la enfermedad. En el caso de predominio de eritema se opta por el tratamiento principalmente con metronidazol, clindamicina, eritromicina o ácido azelaico por vía tópica durante 8-12 semanas.
Dependiendo de la severidad de la enfermedad, el tratamiento puede prolongarse hasta 6 semanas.
En las formas pápulopustulosas se opta por tratamientos orales por un mínimo de 3-4 semanas.
Los fármacos con los que se suele tratar estos subtipos son doxiciclina, eritromicina, claritromicina, metronidazol (solo en aquellos casos donde no haya respuesta al tratamiento con tetraciclinas) o isotretinoína a bajas dosis.
La isotretinoína no es el tratamiento de elección y solo se usa en caso de resistencia a los tratamientos convencionales. El tratamiento farmacológico debe ir acompañado de una rutina facial enfocada a este tipo de pieles para calmar, hidratar la piel, descongestionar y reducir el flushing, prevenir la aparición de telangiectasias y regular la secreción sebácea en las formas pápulopustulosas.
En este tipo de pacientes se debe optar por cosméticos indicados para pieles con rosácea o pieles sensibles con el fin de evitar el empeoramiento de la patología.
La rutina dermocosmética debe constar de los siguientes pasos:
Limpieza: es fundamental para retirar todos los restos de polución ambiental o residuos generados por el cuerpo, como el sudor, que, si no se retiran, pueden irritar la piel. Además, la piel limpia permite una mejor penetración de los activos de los cosméticos que se apliquen a continuación. Se recomienda el uso de limpiadores suaves, evitando el uso de jabones y surfactantes potencialmente irritantes.
Estos limpiadores, por lo general, están formulados con tensioactivos anfóteros, como las betaínas, y no iónicos, como los derivados de glucósidos. Estos tensioactivos presentan mejor compatibilidad con la piel y al tener menos capacidad deslipidante son más seguros para pieles con rosácea. Algunos de ellos contienen activos calmantes e hidratantes, lo que favorece el mantenimiento de la hidratación de la piel y la reducción del prurito asociado a la enfermedad.
La limpieza debe realizarse dos veces al día con agua tibia, nunca con agua extremadamente fría o caliente para no empeorar el flushing característico.
Para evitar irritaciones adicionales, se recomienda secarse con una toalla de algodón a toques.
Hidratación: es un factor clave para promover la función barrera. En este tipo de pieles se suelen emplear emulsiones con bajo contenido graso con activos humectantes y emolientes con el fin de mantener la hidratación y reforzar la función barrera de la piel de cara a mejorar su tolerancia frente a agentes externos. Además de la hidratación de la piel, la cosmética busca el correcto mantenimiento de la piel abordando principalmente el alivio de la sintomatología.
Hoy en día estas presentaciones cuentan con diversos activos con el fin de reducir el disconfort y picor asociado a la enfermedad y reducir la intensidad de las rojeces. Los activos humectantes, como el ácido hialurónico, ayudan a retener el agua presente en la piel. Los activos emolientes ayudan a mantener la suavidad de la piel y gracias a su efecto oclusivo ayudar a retener el agua, reduciendo la pérdida de agua transepidérmica. En este tipo de cosméticos suelen emplearse como emolientes las siliconas por su alto poder oclusivo y su inocuidad con las pieles más sensibles. Otro emoliente muy empleado son las ceramidas, lípidos que de manera natural forman parte los lípidos intercelulares que mantienen a los corneocitos unidos. Su función principal es el mantenimiento de la hidratación y la protección frente a la penetración de agentes externos.
Hay estudios que han demostrado que en invierno la cantidad de ceramidas presentes en la piel disminuye, haciendo que la piel sea más vulnerable a la deshidratación y el ataque de agentes externos. Los cosméticos con ceramidas no solo favorecen la retención de la hidratación y el mantenimiento de la barrera protectora de la piel, sino que se ha demostrado que ayuda a la termorregulación. Como consecuencia, los cosméticos que cuentan en su composición con ceramidas ayudan a la regeneración de la barrera cutánea y protegen a la piel frente a las irregularidades meteorológicas.
En pacientes con rosácea supone el alivio de las molestias asociadas a la enfermedad y un mejor control del flushing. Activos calmantes: ayudan a aliviar el ardor y el picor de la piel. Además, algunos también son humectantes y favorecen la hidratación de la piel, como es el caso de la alantoína y el pantenol. Ayudan a mejorar la apariencia de la piel y reducen las molestias asociadas con la enfermedad. Algunos ejemplos de activos antinflamatorios son Aloe vera, caléndula, camomila, alfa-bisabolol y extractos de Camelia sinensis y Glycyrrhiza inflata.
Activos antioxidantes: ayudan a neutralizar el daño producido por el estrés inflamatorio. Como principal antioxidante suele emplearse la niacinamida que, aparte de su potencial antioxidante, se caracteriza por su acción calmante y seborreguladora, por lo que también ayuda a la mejora de la sintomatología y al control de la enfermedad en caso de lesiones papulopustulosas.
Activos con actividad vasoprotectora: modifican la microcirculación cutánea, protegen los vasos sanguíneos y reducen la fragilidad y permeabilidad de los capilares. La incorporación de estos activos a la rutina facial de estos pacientes mejora la aparición de rojeces y telangiectasias. Como principales activos vasoprotectores cabe destacar los extractos de mirtilo, ruscus, Gingko biloba o vid roja. Estas emulsiones pueden tener a su vez pigmentos en tonos verdosos para neutralizar visualmente las rojeces características de la rosácea. Aunque estos pigmentos no repercuten en la mejora de la sintomatología, se debe tener en cuenta que la rosácea tiene un componente social importante que puede afectar a las relaciones personales de quien las parece. La neutralización de estas rojeces supone la mejora de percepción visual del paciente que la padece, aumentando su autoestima.
Fotoprotectores con protección 50: la radiación solar es uno de los principales factores desencadenantes de la enfermedad. Se debe optar por formulaciones ligeras ricas en agua y, como primera opción, protectores solares con filtros físicos antes que químicos. Los filtros solares químicos absorben y transforman la radiación solar, pudiendo causar disconfort en las pieles más reactivas. Además, actualmente hay protectores solares que incorporan en su composición activos antioxidantes para neutralizar el daño oxidativo resultante de la radiación solar. Para que la protección solar sea efectiva, debe aplicarse cada 2-3 horas.
Por regla general, deben evitarse cosméticos con activos rubefacientes (que favorezcan la vasodilatación como el mentol, el alcanfor y ciertos aceites esenciales), y los cosméticos antiedad, ya que los activos presentes en estos cosméticos, por lo general, son potencialmente exfoliantes y pueden irritar la piel y agravar la sintomatología de la rosácea.
A pesar de las medidas farmacológicas y dermocosméticas, se deben adoptar hábitos de vida saludables que puedan ayudar a un mejor control de la sintomatología y la prevención de las exacerbaciones de la enfermedad. En estos pacientes, es fundamental el control de la alimentación y evitar el consumo de alimentos que pueden empeorar la rosácea, como bebidas muy calientes, alcohol, comidas picantes, productos lácteos o alimentos ricos en histamina. Se recomienda una dieta rica en fibra, vitaminas y antioxidantes. También se recomienda el consumo de alimentos ricos en ácidos grasos Omega 3 gracias a su actividad antiinflamatoria.
El papel del farmacéutico en el abordaje de la rosácea
El farmacéutico comunitario posee los conocimientos sanitarios adecuados y debe ser capaz de educar a los pacientes con consejos higiénico-dietéticos para poder tener un mejor control de la enfermedad y ayudar a identificar todos aquellos factores desencadenantes que puedan empeorar la sintomatología.
De cara al invierno y al descenso de las temperaturas, se debe informar al paciente sobre la importancia de proteger correctamente la piel del frío y evitar el empeoramiento de la sintomatología. Desde el mostrador, el farmacéutico debe ser capaz de identificar las necesidades del paciente y ayudarle a elaborar una rutina básica de cuidados de la piel con el fin de reforzar la función barrera de la piel y mantenerla correctamente hidratada y protegida de la radiación solar.
A su vez, debe informar al paciente de la importancia de elegir cosméticos aptos para pieles sensibles e identificar aquellos que puedan ser irritantes para pieles con rosácea.
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