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Recuperar el equilibrio cutáneo tras el verano

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Recuperar el equilibrio cutáneo tras el verano

Á

Álvaro González Castañar

Farmacéutico del Servicio de Información Técnico Profesional del COFM

Nuestra piel está expuesta a múltiples agresiones durante el verano: las radiaciones solares, la sequedad producida por el aire acondicionado, las constantes diferencias de temperatura entre interiores y exteriores, la arena, el sudor, el agua del mar y el cloro de las piscinas, entre otros, pueden dejar la piel deshidratada, seca, dañada, con manchas y con menor luminosidad.

Además, durante el verano y las vacaciones, es habitual que se produzcan cambios en la alimentación, falta de constancia en nuestras rutinas de cuidado dermatológico y una disminución de la actividad física, lo cual puede agravar el daño.

Ahora que el verano llega a su fin, es el momento ideal para ir recuperando poco a poco los hábitos saludables y revitalizar y devolver la piel a su estado ideal.

Daños en la piel durante el verano

Después de unos meses de excesos y exposición continuada a múltiples factores externos agresivos con nuestra barrera cutánea, es normal que la piel muestre signos de daño:

  • Piel deshidratada y apagada: la exposición prolongada al sol, los baños frecuentes, el contacto constante son químicos como el cloro de las piscinas tienden a dañar y deshidratar la piel. Su apariencia puede cambiar y mostrarse menos luminosa, tirante, áspera, seca y descamada.
  • Aparición de manchas y tono desigual: la incidencia de las radiaciones solares que son más intensas en verano puede originar hiperpigmentaciones, sobre todo en la cara, el cuello y las manos.
  • Arrugas y líneas de expresión más pronunciadas: la exposición solar está implicada en el envejecimiento e intensifica la aparición de líneas y arrugas en las zonas más sensibles del rostro, como la zona circundante de los ojos, labios y la frente. La radiación ultravioleta puede provocar una pérdida de colágeno y elastina causando fotoenvejecimiento cutáneo.
  • Brotes de acné: la combinación de sudor, bacterias, restos de productos cosméticos aceitosos y falta de higiene, puede obstruir los poros dando lugar a granitos o desencadenando brotes en personas con tendencia a acné.
  • Queratosis actínica o melanomas: podrían ser los resultados fatales últimos en caso de exposiciones prolongadas, repetidas, no controladas y sin protección al sol.

Otras afecciones que pueden aparecer en la piel son: infecciones fúngicas que habrá que tratar convenientemente, como el pie de atleta (contagiado en entornos húmedos como suelos de piscinas y vestuarios) o pitiriasis versicolor (que cursa con manchas claras u oscuras sobre la piel); intertrigo (irritaciones que aparecen en las zonas de pliegues como axilas, inglés o debajo del pecho debido a la humedad, el sudor y el calor); picaduras de insectos o medusas y alergias solares.

Tratar el daño del verano

De cara a septiembre es el momento de establecer un plan a largo plazo que nos ayude a recuperar la buena salud de nuestra piel, devolverle su vitalidad y protegerla de futuras agresiones.

En primer lugar, habrá que evaluar las necesidades y los daños de los que partimos, y considerar que podremos combinar diferentes opciones terapéuticas para cumplir nuestros objetivos. Hay que tener en cuenta que el abordaje debe ser individualizado a las necesidades y requerimientos de cada piel, y que puede ocurrir que tu anterior rutina ya no sea la más adecuada para el actual estado de tu piel.

Algunas estrategias que pueden ayudarnos a recuperar nuestra piel son:

Apostar por la exfoliación: nos ayudará a renovar la superficie de la piel y a eliminar las células muertas. También reactiva el ciclo natural de renovación cutánea, logrando una mejor apariencia; contribuye a mantener la firmeza de la piel al estimular la síntesis de colágeno; mejora el tono y la luminosidad; y ayuda a reducir la apariencia de las líneas de expresión. La recomendación sería hacerlo de noche, para dejar tiempo a que la piel recupere su capa hidrolipídica protectora antes de volver a salir a la calle, y utilizar un producto específico y distinto del que pueda utilizarse para el cuerpo, ya que se trata de una zona más delicada y con necesidades muy específicas. Se pueden emplear exfoliantes físicos, a base de partículas abrasivas de distinto origen, que eliminan manualmente las células muertas o exfoliantes químicos que trabajan de una forma más respetuosa y que también contribuyen a estimular la renovación celular en capas más profundas. En este sentido, puede ser interesante utilizar alfahidroxiácidos (AHAs), como el ácido glicólico y el mandélico, o los betahidroxiácidos (BHAs), como el ácido salicílico. La frecuencia de la exfoliación dependerá del tipo de producto y de su formulación. En el caso de los exfoliantes químicos, cada piel puede tolerar un límite de concentración distinto, así que habría que comenzar por la concentración más baja e ir aumentándola poco a poco en función de la tolerancia. La exfoliación también permite que tu piel esté más receptiva para la aplicación posterior de ingredientes y productos dermocosméticos.

Confiar en la limpieza: la limpieza está directamente relacionada con el buen estado que muestra la piel. Retirar las impurezas es la base del éxito de cualquier tratamiento que se aplique posteriormente sobre la piel. Es imprescindible que se realice mañana y noche, y que recuperemos esa constancia que ha podido perderse durante el verano. A modo de recordatorio: es ideal emplear agua templada, tratar tu piel con suavidad, utilizar productos adecuados al tipo de piel, aplicándolos con movimientos circulares y secando con pequeños toquecitos. Hay productos que pueden adaptarse a las necesidades de cada piel: aceite, gel, agua micelar o productos sin aclarado.

Recuperar la hidratación: como hemos visto, una de las debilidades de la piel después del verano es la hidratación. El empleo de productos que trabajen esta necesidad es clave para conseguir aportar suavidad a las zonas ásperas producidas por la sequedad, aportar hidratación y retenerla, evitar la pérdida de agua y proteger la piel fortaleciendo su función barrera. Estos productos deben contener sustancias con acción humectante (que ayuden a aportar hidratación a la piel), como el ácido hialurónico, la glicerina, el pantenol o la urea; oclusiva (que impide la evaporación del agua y preserva la hidratación que aportan los humectantes), como la lanolina, la lecitina, la parafina o la dimeticona; y emoliente (que actúa como una capa protectora que aporta suavidad), como las ceramidas, el escualeno o el ácido esteárico. Únicamente es necesario encontrar el producto y la formulación perfecta, adaptada al tipo de piel, a la textura y al acabado preferido. Tras el verano, es crucial revivir el hábito de la hidratación diaria aplicada dos veces al día.

Emplear algún activo extra: se hace imprescindible también en la rutina para paliar los efectos del verano, introducir activos que potencien algunas acciones específicas. Sería el caso de hidratantes intensos, despigmentantes, antioxidantes o activos antiarrugas. Seleccionaremos el activo en función de las necesidades y los efectos que el verano haya causado sobre nuestra piel. Y podremos variarlos en la mañana y en la noche, o con el paso del tiempo si nuestras preocupaciones o necesidades van cambiando. Destaca la vitamina C como el antioxidante por excelencia, que no solo protege la piel de radicales libres, sino que también disminuye la apariencia de las manchas, promueve el tono uniforme y proporciona luminosidad a la piel. El ácido hialurónico, utilizado no solo por su intensa capacidad hidratante, sino también por su capacidad para atenuar y rellenar las finas líneas de expresión. El retinol, que, aplicado durante la noche y de forma progresiva, promueve la renovación celular, impulsa la producción de colágeno, mejora la textura de la piel y combate los signos del envejecimiento. La niacinamida, que aumenta la producción de colágeno, fortalece la barrera cutánea, reduce las irritaciones y rojeces, actúa como antioxidante, reduce las manchas solares y regula la producción de sebo siendo respetuosa con cualquier tipo de piel. Y el uso de despigmentantes tópicos, como la hidroquinona, el ácido kójico, la tretinoína o el ácido tranexámico, para atenuar las manchas causadas por la exposición solar, cuyo uso debe comenzar pasando el verano y a concentraciones crecientes en función de la tolerancia.

Acudir a otros tratamientos de refuerzo como la mesoterapia facial o el plasma rico en plaquetas. La mesoterapia facial consiste en la aplicación subcutánea de vitaminas y otros activos, con el objetivo de prevenir y tratar el envejecimiento cutáneo del rostro. Con este tratamiento se consigue un impulso para nutrir, revitalizar, reafirmar, reestructurar la piel y proporcionarle una hidratación profunda de larga duración y una apariencia más luminosa, firme y uniforme. Algo parecido es lo que ocurre con la infiltración en la piel del rostro del plasma rico en plaquetas, pero en este caso partiendo de un concentrado de plaquetas que procede del propio paciente, y que consigue aumentar la elasticidad, disminuir la flacidez, aumentar la luminosidad y disminuir las arrugas.

Retomar los hábitos de vida saludable: beber agua, eliminar el consumo de alcohol y tabaco, hacer ejercicio físico regular, instaurar de nuevo unos buenos hábitos de sueño y volver a una dieta mediterránea y equilibrada, ayudará también a que nuestra piel vuelva a lucir radiante.

No olvidar la fotoprotección: aunque el verano haya terminado, sigue siendo igual de necesario aplicar y reaplicar, cada cierto tiempo, un filtro solar adecuado y suficiente para el tipo de actividad que se vaya a realizar en el exterior. Aunque simplemente se trate de un desplazamiento de casa al lugar de trabajo o los días sean más nublados, la radiación solar sigue trabajando a pleno rendimiento. El sol no se toma vacaciones en invierno.

Y, por último, no olvides revisar lunares y pecas: recuerda examinar la piel de todo el cuerpo de forma exhaustiva y regular, fundamentalmente después del verano, ya que la exposición solar puede acelerar la aparición de lunares, pecas e incluso melanoma. Si identificas cualquier lunar, mancha o lesión anormal, no dudes en acudir al dermatólogo.

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