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No estoy gordo, estoy inflamado

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No estoy gordo, estoy inflamado

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Rafael Areñas

Vicepresidente 3º del COFM

El 50 % de la población española tiene sobrepeso u obesidad. Y si nos ceñimos estrictamente a obesidad, con un índice de masa corporal mayor de 35, hablamos de un problema que afecta a ocho millones de españoles. Esta es una situación grave para la Sanidad, pues la obesidad lleva asociadas, en mayor o menor medida, más de 200 enfermedades: hígado graso con posibilidad de degenerar en cirrosis hepática, diabetes, apnea del sueño, enfermedades cardiovasculares (el 60 % de estos enfermos son obesos o tienen sobrepeso), dolores musculares y de las articulaciones e, incluso, algunos tipos de cáncer. El resultado final es que el 8 % de los fallecimientos en España tienen sus raíces en este problema de salud.

La obesidad tiene que tratarse como una enfermedad multifactorial, crónica y recurrente. Los especialistas la definen ya como un proceso inflamatorio donde se acumulan grasas en el organismo. Y lo peor es que se crea un tejido adiposo disfuncional en zonas donde no debería estar. La grasa visceral es muy difícil de perder y lleva a desajustes endocrinos en la creación de insulina, además de presionar los órganos internos.

¿Cuántas veces hemos escuchado situaciones como esta? “Muy bien. Ya sabemos que el sobrepeso no es sano, pero siempre estoy a dieta y no adelgazo. Yo no quiero estar gordo”. Nadie quiere tener sobrepeso, pero se han descubierto factores que nos empujan a ello. Hay variantes genómicas que predisponen a la obesidad. Los hijos de padres con sobrepeso, si no se les educa en una alimentación sana desde pequeños, serán obesos. Se ha visto que estos genes hacen que en la corteza cerebral los impulsos a comer alimentos apetecibles sean mucho mayores. La regulación del eje apetito-saciedad no está equilibrada, y se busca una recompensa rápida.

Y ahí aparece la nueva adicción: los alimentos ultraprocesados. A pesar de la cantidad de programas de televisión sobre cocina, los estudios estadísticos confirman que en casa cada vez cocinamos con menos diversidad de alimentos. Si le sumamos que el cambio climático ha encarecido el precio de las verduras, pescados y algunas carnes, el resultado es que es más barato comer estos alimentos ultraprocesados. Y, además, son más rápidos de preparar, si es que hay que prepararlos, pues muchas veces los traen a casa listos para comer. Hamburguesas, pizzas, dulces industriales… Todos con envoltorios de colores que los hace más deseables. Se ha comprobado que sólo con ver los anuncios de estos alimentos, suben nuestros índices de glucosa en sangre.

Los niños de embarazadas que tienen en su dieta muchos alimentos ultraprocesados desarrollan en la corteza cerebral más tendencia a guiarse sólo por la satisfacción inmediata que proporcionan estos alimentos que, a su vez, tienen menos nutrientes necesarios y más grasas y azúcares refinados. Y los niños, hasta los 23 años en muchas ocasiones, no han terminado su desarrollo a nivel de la corteza cerebral, lo que impide que puedan contrarrestar los impulsos que los llevan a comer lo que no debieran. El tener sobrepeso también provoca estados de ansiedad, depresión, estrés, falta de sueño. Para tratarlos se prescriben medicamentos cuyo efecto secundario es precisamente el aumento de peso. Nos encontramos con la pescadilla que se muerde la cola. El tratamiento clásico ha sido dieta pobre en grasas e hidratos de carbono, comer menos cantidad en cinco veces a lo largo del día y hacer ejercicio.

Esto supone una exigencia a la fuerza de voluntad del paciente, que hace que todos empecemos la dieta, pero muy pocos la mantengamos. Otra alternativa era la cirugía bariátrica de estómago, pero, como con cualquier cirugía, está reservada para casos extremos. En los últimos años, aparecieron distintos medicamentos que ayudaban a bajar de peso: saciantes como el glucomanano o el chitosan, xantinas que aceleraban el metabolismo, la espirulina. Pero ya contamos con fármacos específicos para adelgazar. El primero fue el Orlistat, que inhibe las lipasas pancreáticas y gástricas y disminuye un 30 % la hidrólisis de grasas a nivel intestinal. Actualmente, han aparecido los análogos agonistas del receptor GLP-1. Son medicamentos que imitan la acción de una hormona natural (GLP-1) que ayuda a controlar los niveles de glucosa en sangre y a reducir la sensación de hambre. Semaglutida, Liraglutida y Tirzepatida son los comercializados en España. Sus efectos secundarios son gastrointestinales y están contraindicados en carcinoma de tiroides y pancreatitis.

Estos últimos medicamentos han marcado un antes y un después. Los resultados se ven en pocas semanas y el paciente se siente mejor, cambiando su actitud y mejorando los hábitos de vida. Desgraciadamente, a pesar del ahorro para la sanidad pública, por no hablar de la salud de la población, no están financiados por las distintas administraciones y su alto precio los hace inalcanzables para gran parte de la población. Pero estamos seguros de que es cuestión de tiempo que lleguen a todos. Mientras tanto, para los consejos nutricionales, tratamientos con saciantes clásicos sin recetas o educación en buenos hábitos de salud, consulte a su farmacéutico.

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