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Espacios libres de humo: el papel de la farmacia en la lucha contra el tabaquismo

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Espacios libres de humo: el papel de la farmacia en la lucha contra el tabaquismo

Sara Afonso

Sara Afonso

Farmacéutica del Servicio de Información Técnico- Profesional del COFM.

El tabaquismo sigue siendo una de las principales causas prevenibles de morbimortalidad. En España, el tabaco provoca más de 50.000 muertes anuales, y su consumo se asocia con la aparición de hasta 35 enfermedades distintas entre las que destacan EPOC, cáncer de pulmón o patologías cardiovasculares

El número de fumadores se ha reducido en los últimos años, aunque el porcentaje sigue siendo elevado (22,9% de los hombres y 18,5% de las mujeres). Por ello, el tabaquismo se mantiene como uno de los principales retos de salud pública.

Más allá de los riesgos para quienes fuman, el humo de tabaco también representa una amenaza grave para las personas que lo inhalan de manera involuntaria, especialmente en espacios cerrados. Se denomina fumador pasivo a aquella persona que, en un ambiente cerrado, inhala humo de tabaco procedente de otros fumadores. Esta exposición, puede suponer en el no fumador el equivalente de consumición de 4 a 10 cigarrillos por parte de fumador. Esto se debe a que el humo que aspira el fumador pasivo contiene una concentración de determinados componentes tóxicos hasta 6 veces superior en algunos casos a la del humo que aspira el fumador directamente del cigarrillo.

En respuesta a esta amenaza, surgieron los espacios libres de humo, áreas donde está prohibido fumar para proteger a los no fumadores, especialmente niños, mayores y pacientes con enfermedades crónicas. Además, estos espacios tienen un efecto educativo y disuasivo, promoviendo entornos más saludables y desincentivando el consumo de tabaco.

Tras la puesta en marcha en 2005 y 2010 de dos leyes de medidas sanitarias para ayudar a frenar los niveles de tabaquismo, la mejora en la salud de la sociedad española ha sido notable. Aun así, atender de manera urgente la necesidad de proteger a la población frente a los efectos nocivos del tabaco requiere un enfoque integral que incluya el impulso a la investigación, el acceso efectivo a tratamientos para la cesación tabáquica y la garantía de entornos libres de humo para todos los ciudadanos. La protección del derecho a la salud constituye una obligación ineludible del Estado, que debe ir acompañada del compromiso activo de todas las partes involucradas: profesionales sanitarios, instituciones, sector privado y población. Las farmacias deben ejercer un papel crucial en la lucha contra el tabaquismo, ya que suponen la primera línea de acción y contacto con la población. Para ello, deben participar en la promoción de espacios libres de humo, en la difusión de hábitos saludables y asesoramiento en deshabituación tabáquica y, a su vez, ser un gran apoyo en políticas públicas de control del tabaco.

Población de riesgo

El humo que se genera por el consumo de tabaco puede provocar trastornos en los no fumadores. Desde efectos agudos como tos irritativa o rinorrea, a efectos más graves como EPOC. El impacto que tiene ese humo sobre la mortalidad es casi dos veces mayor que el producido por el conjunto de contaminantes ambientales que están reconocidos como tóxicos.

Además, existen grupos poblacionales especialmente vulnerables a la contaminación ambiental generada por el humo del tabaco, en quienes los efectos sobre la salud pueden ser más graves y persistentes.

Por esta razón, resulta fundamental extremar las medidas de protección en estos colectivos de riesgo, entre los que se incluyen la infancia, las mujeres embarazadas, las personas con enfermedades respiratorias crónicas y la población de edad avanzada.

En el caso de las embarazadas, se ha demostrado que los fetos de mujeres fumadoras pasivas se pueden equiparar a los de fumadoras activas de n consumo medio de 4 a 6 cigarrillos al día. Parte de los componentes del humo pueden atravesar la barrera placentaria, pudiendo provocar daños irreversibles al feto, así como complicaciones durante el embarazo.

Los niños fumadores pasivos padecen un 70% más de infecciones de las vías respiratorias altas que los no expuestos al humo de tabaco. Además, el 42% de los niños que padece una enfermedad respiratoria crónica, son fumadores pasivos. También cabe destacar que el 90% de los fumadores inicia su adicción durante la adolescencia y uno de los factores más influyentes es la crianza bajo ambientes con exposición de humo.

En personas con enfermedades respiratorias crónicas, la exposición al humo del tabaco se asocia con un empeoramiento de los síntomas y una mayor frecuencia de exacerbaciones.

En pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), esta exposición puede intensificar la tos, aumentar la producción de esputo y acelerar el deterioro de la función pulmonar. En el caso del asma, el humo actúa como un potente desencadenante inflamatorio, provocando broncoconstricción, disminución del flujo aéreo y aumento del riesgo de crisis asmáticas.

Las personas de edad avanzada suelen pasar la mayor parte del tiempo en su domicilio, lo que incrementa su riesgo de exposición pasiva al humo del tabaco cuando conviven con fumadores. A diferencia de otros grupos poblacionales que pueden permanecer más tiempo en espacios abiertos o ventilados, esta limitación convierte al hogar en una fuente continua de contaminación ambiental.

El tabaquismo pasivo en este grupo no solo se asocia con un mayor riesgo de enfermedad coronaria, cáncer de pulmón y accidente cerebrovascular, sino que también contribuye al desarrollo o agravamiento del síndrome de fragilidad que influye gravemente en su estilo de vida.

Normativa

En enero de 2006 entró en vigor la Ley 28/2005 de medidas sanitarias frente al tabaquismo y reguladora de la venta, el suministro, el consumo y la publicidad de los productos del tabaco. Presentaba dos objetivos: reducir la exposición involuntaria al humo del tabaco en la población no fumadora y disminuir la prevalencia del consumo en la sociedad española. Esta normativa abarcaba múltiples aspectos clave para el control del tabaquismo, incluyendo la prevención de la exposición en entornos laborales, la limitación en la venta y consumo de productos del tabaco, y la regulación de su publicidad, promoción y patrocinio, además de incorporar estrategias orientadas a la prevención y al abandono del hábito tabáquico.

Esta ley representó un gran avance legislativo y posicionó a España como uno de los países europeos líderes en materia de control del tabaco. Tras cinco años de aplicación, se observaron ámbitos susceptibles de mejora, especialmente en lo que respecta a la protección frente al humo ambiental en espacios cerrados de uso colectivo.

Sobre esta base, se impulsó la Ley 42/2010 de 30 de diciembre, que modificó la normativa anterior con el fin de reforzar la protección de la salud pública. Esta reforma buscó garantizar el derecho de la ciudadanía a beneficiarse por igual de un entorno libre de humo, independientemente de su ocupación, edad o lugar de residencia. Se prestó especial atención a dos colectivos vulnerables: los menores y los trabajadores del sector de la hostelería, quienes hasta ese momento habían permanecido expuestos al humo de tabaco en su entorno laboral, sin la misma cobertura legal que otros profesionales.

La Ley 42/2010 también introdujo definiciones clave para facilitar su aplicación. Se entendió por espacio público todo lugar accesible al público en general o de uso colectivo, independientemente de su titularidad (pública o privada). En el ámbito de la hostelería, se definió como espacio al aire libre aquel que no está cubierto o que, estando cubierto, presenta un máximo de dos paredes, muros o estructuras laterales.

El Plan Nacional de Prevención y Control del Tabaquismo 2024-2027, aprobado por el Consejo de ministros el 30 de abril de 2024, tiene como finalidad reducir el consumo de tabaco y productos relacionados, así como minimizar la exposición ambiental a sus emisiones. Se trata de una estrategia construida incluyendo a todas las comunidades autónomas y sociedades científicas.

Entre sus medidas destacan:

  • La equiparación normativa de los cigarrillos electrónicos y productos afines al tabaco convencional.
  • La ampliación de los espacios libres de humo.
  • La prohibición de dispositivos de un solo uso.
  • Impulsar la investigación sobre el tabaquismo y su impacto en la salud, reforzando la evidencia sobre el efecto de los nuevos dispositivos de liberación de nicotina.
  • Proponer la incorporación a las prestaciones farmacéuticas del Sistema Nacional de Salud, de aquellos medicamentos que, atendiendo a la evidencia científica y eficiencia económica, son adecuados para el tratamiento de la adicción al tabaco.

Actualmente, el Ministerio de Sanidad está desarrollando una reforma de la Ley del Tabaco que contempla la ampliación de los espacios públicos libres de humo. Esta actualización de la normativa busca reforzar la protección de la salud pública y contribuir a la desnormalización del consumo de tabaco en entornos compartidos.

Entre los nuevos espacios propuestos se incluyen las terrazas de hostelería, campus universitarios, centros educativos, instalaciones deportivas, marquesinas de transporte, vehículos utilizados con fines laborales y zonas exteriores destinadas al ocio.

Los espacios libres de humo constituyen una herramienta esencial para reducir el impacto del tabaquismo en la salud pública. La evolución normativa en España, desde la Ley 28/2005 hasta las reformas actuales y el nuevo Plan Nacional 2024-2027, refleja el compromiso del Estado por avanzar hacia una sociedad más libre de humo.

Las farmacias desempeñan un papel clave en la prevención, asesoramiento y concienciación. En conjunto, la suma de legislación, concienciación y compromiso profesional permite avanzar hacia una mejora real de la salud colectiva.

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