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Como cada 10 de mayo se celebra el Día Mundial del Lupus, una fecha con la que se pretende tomar conciencia de esta enfermedad crónica y grave que afecta a multitud de gente en todo el mundo, y dar a...
Como cada 10 de mayo se celebra el Día Mundial del Lupus, una fecha con la que se pretende tomar conciencia de esta enfermedad crónica y grave que afecta a multitud de gente en todo el mundo, y dar a conocer la importancia que tiene la investigación, su diagnóstico precoz y tratamiento para mejorar la calidad de vida de los pacientes que la sufren.
El tipo más común de lupus es el denominado lupus eritematoso sistémico (LES), pero no es el único, ya que también se encuentra el lupus cutáneo, que viene acompañado de erupciones o lesiones en la piel, generalmente tras una exposición a la luz solar; el lupus inducido por medicamentos, con síntomas que desaparecen tras suspender la toma del medicamento; y el lupus neonatal que ocurre cuando un lactante adquiere los anticuerpos de su madre con lupus.
El LES es una patología autoinmune de carácter inflamatorio y multisistémica que puede afectar a cualquier órgano o sistema de los enfermos que la padecen, aunque los más frecuentemente implicados son las articulaciones, la piel y los riñones. Es una enfermedad considerada como muy grave, ya que ocasiona el deterioro de manera progresiva y, aunque su pronóstico vital ha mejorado mucho en los últimos años, puede llegar a ser letal.
El lupus es una enfermedad que puede afectar a cualquier persona, aunque es más frecuente en las mujeres tanto jóvenes como adultas, siendo la edad promedio entre los 15 y los 45 años aproximadamente.
Su etiología no se ha identificado, pero existen diversos estudios que indican una cierta predisposición genética, aunque probablemente se debe al resultado de una combinación de tendencias genéticas, hormonales y factores ambientales (virus, rayos solares, medicamentos).
Las múltiples formas de presentarse el lupus y las diferentes manifestaciones clínicas durante su evolución, con periodos de remisión y recidivas, hacen que su diagnóstico sea muy difícil. El diagnóstico se basa en los síntomas que refiere el paciente, la exploración física y la analítica de sangre y orina.
Los síntomas más frecuentes del lupus eritematoso sistémico (LES) son: fatiga, dolor o inflamación en las articulaciones, erupciones de la piel y fiebre, aunque pueden darse otros muchos como pérdida de cabello y peso, fenómeno de Raynaud y úlceras bucales. En algunos pacientes con lupus la inflamación puede observarse a nivel del corazón o en la membrana que lo rodea (pericarditis), que causa dolor en el pecho u otros síntomas, inflamación renal que impide la liberación correcta de las toxinas del cuerpo, inflamación de la pleura que puede cursar con dolor en el pecho y dificultad para respirar, inflamación de la médula espinal y vasos sanguíneos, resistencia a la insulina y diabetes.
Una vez un paciente se ha diagnosticado de lupus debe ser derivado a los diferentes especialistas que, junto con el reumatólogo, deben iniciar un tratamiento específico para cada uno, atendiendo a las zonas afectadas y a los síntomas que manifieste. El LES no tiene cura con lo que el objetivo del tratamiento se basa en controlar los síntomas. Los objetivos básicos de un plan de tratamiento serían:
- Reducir la inflamación y el dolor.
- Ayudar al sistema inmunitario.
- Prevenir o tratar los brotes de la enfermedad.
- Prevenir o reducir el daño a los órganos y a las articulaciones.
- Equilibrar las hormonas.
Desde la Sociedad Española de Reumatología se ha elaborado un decálogo con el que se pretende ayudar a los enfermos que padecen lupus:
- El paciente debe conocer su enfermedad. Para ello se recomienda que hable con los médicos especialistas para obtener la información adecuada y necesaria para evitar las dudas e incertidumbres que puedan surgir.
- El lupus es una enfermedad crónica por lo que el paciente debe aprender a convivir con la enfermedad, no para ella. El paciente con lupus puede llevar una vida normal desde el punto de vista familiar, laboral y social.
- Concienciar al paciente de una buena adherencia al tratamiento: frecuentemente los pacientes con lupus suelen tener diversos tratamientos crónicos y si no los sigue de forma correcta puede llevar a un mal control de la enfermedad pudiendo provocar secuelas irreversibles.
- Se recomienda realizar actividad física regular, de leve a moderada, ya que el ejercicio mejora el estado de ánimo y la autoestima. El ejercicio aeróbico de intensidad moderada mejora síntomas como la fatiga, la capacidad física, la depresión y la calidad de vida. Además de ser beneficioso a nivel cardiovascular y óseo. El ejercicio físico puede contrarrestar algunos efectos adversos de los medicamentos utilizados en el tratamiento del lupus
- No fumar. El tabaco puede dañar el sistema respiratorio y cardiovascular o provocar un brote, por ello es aconsejable no fumar para evitar complicaciones y mejorar la calidad de vida del paciente.
- Protegerse del sol. Las lesiones cutáneas pueden ser inducidas o empeorar debido a la exposición solar.
- Los pacientes con lupus pueden tener problemas en el embarazo por lo que se aconseja contar con un cuidadoso seguimiento y planificación del embarazo.
- Prevenir infecciones. Mantener una correcta higiene y tener especial cuidado con las infecciones. Los pacientes de lupus tienen un riesgo aumentado de padecer infecciones, por lo que hay que tener especial cuidado y vigilancia frente a ellas.
- Controlar los factores de riesgo cardiovascular: Existen pacientes con lupus con problemas cardiovasculares por lo que conviene reducir los factores de riesgo cardiovascular como la obesidad, la hipertensión o el colesterol.
- Promover el autocuidado para un mejor manejo de la enfermedad. Dieta equilibrada con alimentos con bajo contenido en grasa, sal y azúcar y alto contenido en fibra.
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