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El mal de altura o mal de montaña incluye varios síndromes relacionados producidos por una disminución de la disponibilidad de oxígeno a grandes altitudes. Los efectos de la altitud dependen de la altura alcanzada, de la velocidad de ascenso y...
El mal de altura o mal de montaña incluye varios síndromes relacionados producidos por una disminución de la disponibilidad de oxígeno a grandes altitudes.
Los efectos de la altitud dependen de la altura alcanzada, de la velocidad de ascenso y de la altitud a la que se duerme. Los efectos son menores a una altura inferior a 2.200 metros, pero resultan más evidentes y frecuentes por encima de los 2.800 metros tras un ascenso rápido.
A medida que aumenta la altitud, la presión atmosférica baja y el aire, menos denso, tiene con menos oxígeno. Esta disminución en la cantidad de oxígeno afecta al cuerpo de varias maneras:
- aumenta el ritmo y la profundidad de la respiración
- se altera el equilibrio entre los gases pulmonares y la sangre
- incrementa la alcalinidad de la sangre
- se distorsiona la distribución de sales como el potasio y el sodio dentro de las células
- el agua se distribuye de forma diferente entre la sangre y los tejidos.
Las enfermedades de altura se deben a las respuestas del cuerpo a la hipoxia (deficiencia de oxígeno en la sangre), y se desarrollan en cuestión de horas o días. Las manifestaciones primarias involucran el sistema nervioso central y los pulmones.
Mal agudo de montaña: es la forma leve de mal de altura y la más frecuente. Probablemente, se debe a un edema cerebral leve y se caracteriza por dolor de cabeza junto con uno o más de los siguientes síntomas: sensación de estar a punto de desmayarse, mareos, alteraciones digestivas (pérdida del apetito, náuseas, vómitos), cansancio, debilidad, trastornos del sueño e irritabilidad. Suelen manifestarse al cabo de 6-10 horas del ascenso y durar de 24- 48 horas.
Edema cerebral de las grandes alturas: se manifiesta mediante cefaleas, confusión, mareo, estupor y coma. La ataxia (marcha inestable y descoordinada) es un signo de alerta temprano y fiable. Estos síntomas pueden evolucionar con rapidez, de leves a potencialmente mortales, en apenas unas horas.
Edema pulmonar de las grandes alturas: en general, se produce de 24 a 96 horas después del ascenso rápido a más de 2.500 metros y es responsable de la mayoría de las muertes por mal de altura. En un primer momento, los pacientes sufren dificultad al respirar al hacer ejercicio, disminución de la tolerancia al esfuerzo y tos seca. Entre los síntomas moderados se incluyen dificultad respiratoria en reposo y una coloración azulada en la piel, los labios y las uñas (cianosis). Los síntomas más graves incluyen ahogo, respiración rápida, esputo de color rosa o sanguinolento, cianosis grave, ruidos gorgoteantes al respirar y febrícula. Los síntomas son peores por la noche (cuando las personas de tumban) y pueden empeorar rápidamente, llegando al coma y a la muerte en pocas horas.
Otros síntomas leves y habituales del mal de altura son: hinchazón periférica y facial, dolor de cabeza y hemorragias retinianas.
La probabilidad de sufrir mal de altura varía mucho de una persona a otra. En general, los factores de riesgo más destacados son:
- haber sufrido mal de altura con anterioridad
- vivir a nivel del mar o a una altitud muy baja
- ascender demasiado alto de forma rápida
- realizar un esfuerzo excesivo
- dormir a demasiada altitud
- niños pequeños y adultos jóvenes son más susceptibles
- patologías como asma, hipertensión, diabetes, arteriopatía coronaria y EPOC leve no son factores de riesgo para las enfermedades de las alturas, pero la hipoxia puede afectar de manera adversa a dichos trastornos.
La mejor manera de prevenir el mal de altura es llevar a cabo un ascenso gradual. Además:
- permanecer de 2-5 días en una altitud intermedia (2.000 metros).
- por encima de los 3.000 metros no se debe aumentar la altura a la que se duerme más de 500 metros al día y se debe incluir un día de descanso (es decir, de sueño a la misma altura) cada 3 a 4 días.
- durante los días de descanso se puede ascender a mayores altitudes, pero se debe volver al nivel más bajo para dormir. “Asciende alto, pero duerme bajo”.
- aumentar conscientemente la profundidad y la frecuencia de la respiración.
- evitar tomar sedantes, tranquilizantes y analgésicos narcóticos.
- vigilar que la orina sea clara y no concentrada.
- controlar la ingesta de comida y agua. Se recomienda tomar abundantes líquidos.
- el ascenso en grupo debe realizarse al ritmo de la persona más lenta.
- Tomar acetazolamida: se utiliza en la profilaxis y tratamiento. Reduce considerablemente la incidencia y severidad de los síntomas, aunque no está exenta de efectos secundarios.
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