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En torno al diálogo farmacéutico – paciente

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En torno al diálogo farmacéutico – paciente

El diálogo entre el farmacéutico y el paciente constituye unos de los puntales del ejercicio profesional farmacéutico. El acto estricto de la dispensación puede ser mecanizado. Recordemos que el pasado año el Servicio de Farmacia del Hospital Gregorio Marañón, de...

El diálogo entre el farmacéutico y el paciente constituye unos de los puntales del ejercicio profesional farmacéutico. El acto estricto de la dispensación puede ser mecanizado. Recordemos que el pasado año el Servicio de Farmacia del Hospital Gregorio Marañón, de Madrid, instaló un sistema de dispensación, similar al cajero automático de un banco, para que los pacientes externos del centro, que mantienen tratamientos crónicos, retiren sus prescripciones sin intervención del farmacéutico.

El consejo farmacéutico y la indicación complementaria, sin embargo, están basados en el diálogo; es decir, en un intercambio oral de información en la que una parte, el paciente, refiere una percepción subjetiva sobre su estado de salud, y, la otra, el farmacéutico, aplica sus conocimientos y los trasmite de manera asequible para que la comunicación sea real. El esfuerzo del farmacéutico por adaptarse a la codificación del paciente, hace que este se sienta entendido y, además, genera confianza. Ocurre, sin embargo, que últimamente muchos de los pacientes que solicitan al farmacéutico su consejo, se han documentado previamente en Internet, muchas veces con poco criterio para discriminar el polvo de la paja, y colocan al profesional en una posición incómoda.

Quizá, en estas situaciones, pudiera resultar oportuno explicar de la mejor manera posible que el exceso de información no genera conocimiento. Por mucho que puntualmente se haya documentado el paciente en distintas web durante uno o dos días, ello no es comparable a las miles de horas que un farmacéutico ha dedicado, primero a su formación pregrado, y después al propio ejercicio profesional. Aunque parezca mentira, esta situación ni es nueva, ni es producto de la digitalización. El filósofo griego Platón (427 a 347 antes de Cristo) ya meditó sobre este asunto en “Fedro”, uno de sus diálogos escritos hacia el año – 370. Reflexionó sobre si el exceso de información generaba conocimiento a propósito de la invención de la escritura. Para ilustrar su diálogo, Platón refiere el mito de Thamus, un faraón del Alto Egipto que habla con Theuth, un sabio que ha inventado la escritura y que sostiene que gracias a ella los hombres podrán acumular información. La posición de Theuth es cierta y se ha corroborado a lo largo de la historia, pero no por el  hecho de que existan millones y millones de libros, sino por el número reducido de hombres que han asumido una pequeña parte de su contenido. El faraón, en el diálogo de Platón, desconfía de la escritura y sostiene que lo que tiene valor, es la memoria viva, la que se encuentra en el interior de los hombres. Algo, que en definitiva, lo que representa es el conocimiento de esos hombres.

En la imagen, un fragmento de “La Escuela de Atenas”, fresco pintado entre 1510 y 1512 por Rafael, por encargo del Papa Julio II, para la decoración de la Stanza della Signatura, su biblioteca privada en el Vaticano. Las figuras centrales corresponden a Platón y Aristóteles que dialogan mientras caminan.

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