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Calor extremo: ¿qué deben saber los pacientes sobre sus medicamentos?

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Calor extremo: ¿qué deben saber los pacientes sobre sus medicamentos?

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Juan Martínez

Periodista del departamento de Comunicación del COFM

No es lo mismo una ola de calor extremo en Estocolmo que en Madrid o Sevilla, como tampoco lo son sus efectos para las personas mayores o los bebés, para una persona sana o para pacientes crónicos que están bajo...

No es lo mismo una ola de calor extremo en Estocolmo que en Madrid o Sevilla, como tampoco lo son sus efectos para las personas mayores o los bebés, para una persona sana o para pacientes crónicos que están bajo tratamiento.

Hay muchas variables personales, demográficas, ambientales, laborales o incluso locales que condicionan la temperatura de confort o temperatura interna normal del cuerpo en reposo, que oscila entre los 36 y los 37,5 grados Celsius.

La Unidad de Información Técnica del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid aborda en su documento de trabajo (Calor y saludel papel del farmacéutico ante los distintos niveles de alerta marcados dentro del Plan de Vigilancia y Control de los Efectos de las Olas de Calor de la Consejería de Sanidad,  enmarcado este año en el Plan de Actuación ante Episodios de Altas Temperaturas de la Comunidad de Madrid.

Además de ofrecer consejos a los ciudadanos relacionados con la hidratación y otras pautas básicas sobre alimentación, ejercicio físico o uso de ropa adecuada, esta guía profesional alerta del posible riesgo que el calor tiene a la hora de tomar ciertos medicamentos y en los pacientes con patologías crónicas, además de establecer pautas para conservar los medicamentos en caso de temperaturas extremas.

Tratamientos farmacológicos y patologías crónicas

Los autores del documento, Inmaculada Castillo, doctora en Farmacia del COFM, y José María Ordóñez, doctor en Farmacia y profesor de Salud Pública de la Universidad Francisco de Vitoria, alertan sobre la necesidad de tomar precauciones cuando los pacientes se encuentran bajo tratamiento de determinados medicamentos.

Algunos fármacos, aunque no se consideran factor de riesgo, pueden agravar las complicaciones relacionadas con la deshidratación y el agotamiento derivados de un golpe de calor. Los diuréticos, laxantes o antibióticos, por ejemplo, favorecen la deshidratación o la pérdida de electrolitos, que son necesarios para el normal funcionamiento de los distintos órganos.

Los antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) como el ibuprofeno, los tratamientos de la hipertensión arterial y otras patologías cardiovasculares como IECAs – inhibidores de la enzima convertidora de la angiotensina- y ARAII -antagonistas del receptor de angiotensina II-, los antihistamínicos o los antibióticos de la familia de las sulfamidas pueden afectar a la función renal y agravar los efectos del calor.

También hay que ser precavido con los medicamentos cuyo perfil farmacocinético puede ser afectado por la deshidratación, como las sales de litio, antiarrítmicos, antiepilépticos, antidiabéticos orales como las biguanidas o las estatinas y fibratos, que se recetan para ayudar a reducir los niveles altos de triglicéridos.

Pueden alterar la termorregulación central los neurolépticos o antipsicóticos, los anticolinérgicos y vasoconstrictores o aquellos que limitan el aumento del gasto cardiaco, como diuréticos o betabloqueantes.

Conviene, igualmente, vigilar los efectos de los tratamientos que pueden inducir una hipertermia o ascenso de la temperatura corporal a niveles superiores a los normales, como tranquilizantes y antidepresivos, que pueden impedir la pérdida de calor del organismo, o neurolépticos, pero “bajo ningún concepto está justificado considerar desde el principio, y sistemáticamente, una reducción o interrupción de los fármacos que pueden interactuar con la adaptación al calor del propio organismo y tampoco se puede establecer ninguna regla general para la modificación de los esquemas posológicos”, advierten los expertos.

Consecuencias para la salud

Las personas de edad avanzada, lactantes y niños, patologías crónicas, sobrepeso, paciente dependiente, entre otros colectivos vulnerables, presentan un mayor riesgo de síndrome de agotamiento-deshidratación o golpe de calor, según advierten los expertos.

De menor a mayor gravedad, incluyen el estrés por calor, definido como las molestias y tensión psicológica asociada a la exposición a elevadas temperaturas. Agotamiento por calor, una moderada enfermedad debida a la pérdida o disminución de agua y/o sal, con signos y síntomas que incluyen intensa sed, debilidad, mal estado general, ansiedad, vértigo, mareos y dolor de cabeza. En estos casos, la temperatura corporal puede estar normal, por debajo de lo normal o ligeramente elevada.

Finalmente, el golpe de calor es una enfermedad o síndrome caracterizada por una elevada temperatura corporal de origen central, que se incrementa por encima de los cuarenta grados y con una disfunción del sistema nervioso central que resulta en delirio, convulsiones o coma.

En cuanto a los efectos indirectos, los episodios de calor extremo producen un exceso de mortalidad que afecta especialmente a colectivos vulnerables y que no se corresponde con la mortalidad específica clasificada como debida a golpe de calor. La mayor parte de la mortalidad y de los ingresos hospitalarios que se producen durante los episodios de calor intenso no se deben a “golpe de calor”, sino a agravamiento y descompensación de patologías crónicas en fases avanzadas (fundamentalmente, cardiocirculatorias y respiratorias).

Hay que tener en cuenta que, en el caso de la Comunidad de Madrid, se puede hablar de calor extremo a partir de una temperatura máxima de 36,5 grados y una mínima de 20 grados. Se trata de un punto de corte para la máxima que corresponde a la temperatura a partir de la cual se ha comprobado un incremento brusco de la mortalidad.

Conservación de medicamentos

Primer consejo: ver el envase, ya que indica las condiciones especiales de conservación de cada medicamento. Si se trata de medicamentos que van a conservarse generalmente en frigoríficos (entre 2 y 8 grados) no van a verse afectados por la canícula.

En el caso de fármacos que se deben conservar a una temperatura inferior a 25 o 30 grados, no existe un límite superior de tolerancia para la temperatura a la que los medicamentos pueden estar expuestos. Rebasar algunos días o semanas estas temperaturas no tiene consecuencias sobre la estabilidad o la calidad de estos medicamentos, apuntan los expertos.

Los ensayos de estabilidad de los medicamentos que no tienen menciones específicas de conservación demuestran que no se degradan cuando se exponen a temperaturas de 40 grados durante seis meses. En cualquier caso, deben guardarse en los lugares más frescos de la casa, donde no haya cambios bruscos de temperatura o haya fuentes de calor cercanas, aconseja Isabel Rodríguez, farmacéutica de la Unidad de Información Técnica del COFM (Más información sobre conservación de medicamentos con el calor y precauciones de uso).

Algunas formas farmacéuticas, como supositorios, óvulos, cremas y pomadas, entre otros, son bastante sensibles a elevaciones de temperatura. En estos casos el aspecto del producto es el que indicará la estabilidad de estos medicamentos. “Todo producto cuya apariencia exterior hubiera sido visiblemente modificada no debería ser consumido”, recomiendan como regla general, en la medida en la que esta alteración del aspecto exterior podría ser un indicador de una modificación de las propiedades de la forma farmacéutica.

Son consejos profesionales que se añaden a la necesidad de los ciudadanos de mantenerse informados de las previsiones de altas temperaturas, especialmente si se trata de personas vulnerables, y de seguir los consejos de las autoridades y los profesionales sanitarios para actuar y prevenir los daños a la salud asociados a una insolación o golpe de calor durante un verano que volverá a ser “muy cálido”, según la Agencia Estatal de Meteorología.

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