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Conjuntamente con otros países del sur de Europa, España es uno de los estados europeos con más consumo de antibióticos por habitante. El 90% de la prescripción se hace en las consultas de atención primaria, pero hasta un 36% se consideran inadecuadas como pasa en el caso, por ejemplo, de la mayoría de procesos patológicos pediátricos de origen infeccioso con etiología mayoritariamente viral y no susceptible de tratamiento antibiótico.

El mal uso de los antibióticos tiene consecuencias graves como la proliferación y la diseminación de gérmenes multirresistentes, la aparición de infecciones nosocomiales en los hospitales y de difícil tratamiento a la AP, el riesgo de efectos adversos, alergias y disbacteriosis por destrucción de la flora habitual y la aparición de sobreinfecciones por crecimiento de gérmenes no cubiertos. Además, todo ello representa un incremento del coste de la terapia.

En este sentido, el farmacéutico, que es uno de los profesionales sanitarios que más contacto directo tiene con el paciente y constituye uno de los elementos de información, de accesibilidad y de confianza del sistema de salud es un activo claro de cara a conseguir un uso correcto de los antibióticos.

La capacitación en el tratamiento de las enfermedades infecciosas más prevalentes en la comunidad, el conocimiento de los gérmenes causantes y de las características de los antibióticos recomendados y las medidas de atención farmacéutica necesarias lo convierte en un agente clave en el tratamiento del paciente para optimizar el proceso de información, dispensación y seguimiento farmacoterapeutico.